Ensayo sobre Piquetes, cacerolas, violencia y coraje
El 19 y 20 de diciembre, miles de personas salieron a la calle a protestar pacíficamente; muchos lo hacían por primera vez; muchos habían decidido cerrar sus negocios horrorizados unas horas antes, frente al avance repentino de los excluidos de esta sociedad –productora de excluidos- que se habían agotado de que el agua les rebalsase la tolerancia de sus monótonas vidas de escasez material y, por que no, espiritual. La marcha de la bronca era una verdadera fiesta popular que no sólo desafiaba al estado de sitio, sino que pedía la cabeza de Domingo Cavallo –en ese momento actual ministro de Economía de la Nación-, la de Fernando De la Rúa –fugaz presidente que había llegado al poder de algo llamado “Alianza”- y la de los demás políticos, acusados de “vaciar al país”.
Hoy, casi un año después de esos hechos –no se si festejarlos o lamentarlos por los asesinatos injustos, claro que todo asesinato lo es- observo desde un punto panorámico a la Plaza de Mayo. 26 de noviembre del 2002. La marcha de la bronca no ha cesado aunque algunos levanten las banderas del “que se vayan todos para que vuelva la fiesta de la orgía consumista” o la de “la caravana de los sueños”. Han pasado cinco meses de los asesinatos de Darío y Maxi. En ese momento, como también el 21 de diciembre del 2001, se dijo hasta el hartazgo que no correría más sangre pero sucedió. Los hechos se suceden y se vuelven inevitables o eso nos hacen creer. Observo detenidamente la formación casi militar de la policía con sus perros raza ovejeros alemanes, sedientos de carne, carne humana; observo los rifles, las señales, el cuerpo represor y, del otro lado, la fiesta popular, el odio piquetero, la búsqueda interna de venganza aunque cueste reconocerlo. ¿Se trata del cuerpo revolucionario que tan bien describió Richard Sennet? Observo las vallas. Vallas por todos lados. La ciudad está situada. Estamos en una cárcel. Al llegar a mi casa, me entero de la orden de una jueza que supo de censura y de “defensa” de los indefensos del 20 de diciembre; “hay que cachear”. Muchas veces me han cacheado, más en estos actos que en una cancha de fútbol, sin embargo los resultados de violencia se dan a la inversa. Pero apunto a que la ciudad hoy, como ayer, se ve envuelta en un clima de guerra. Aquella vez, la primera batalla la ganó la multitud. Igualmente, ese 20 de diciembre, la policía reprimió.
Ese 20 de diciembre, los tiempos y los espacios de la Ciudad de Buenos Aires se habían trastocado completamente. El tiempo no corría al ritmo del reloj, es más, se hallaban disociados, como rara vez sucede en la historia de los hombres La concepción del tiempo histórico no redimido de Walter Benjamín, homogéneo, vacío de lo “siempre igual” dejaba de correr al menos por unas horas para luego –solo luego- volver a su lugar: la rutina del dolor y la injusticia cotidiana.
El espacio parecía vivo, un clima esperanzador y de cambio se sentía en el aire. Se respiraban otros aires. Se respiraba algo diferente más allá de tanto humo y asfalto viejo. Se escuchaban otros ruidos, opuestos a los bocinazos e insultos diarios. La ciudad era del pueblo como no recuerdo jamás que haya sido. Había un habitar que nada tenía que ver con el trabajo con el que tanto nos habituaron –para los que tenemos la suerte de tener trabajo-. Este habitar de protesta de ayer, y que hoy repiten a menudo tanto piqueteros como asambleístas –algunos más, otros menos-, pienso que retoma lo poiético al que hace referencia Martín Heidegger, ya que se ocupa –me refiero a habitar- con un arte: agresivo, sugestivo y contestario. El arte de crear banderas, pintar calles, inventar mensajes encubiertos para que no sean borrados rápidamente, crear pancartas. Dudo de si es o no una experiencia artística instrumental ya que tiene un fin determinado que es el bienestar social, tiene ideales y eso es destacable en un mundo en que todos los ideales y utopías han sido derribados por la razón instrumental y su caballito de batalla: el mercado y la libertad que éste emana. Críticos de las nuevas modalidades de protesta social podrán decir que se han vuelto una costumbre, una moda, un tiempo homogéneo de “lo siempre igual” al que me refería anteriormente. Pero, ¿acaso, en esos momentos, el hombre no deja de ser alienado de su espacio, como plantea Heidegger en “Construir, habitar, pensar”?
por Luis Gasulla
Los siguientes son los capítulos que componen el presente ensayo.
La multitud y las estrategias para controlarla
La Política o Las Políticas –¿un juego de palabras?
[1] Richard Sennet “Carne y Piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental, Alianza Editorial, Madrid, 1997, pág 331.
[2] Teórico Desgrabado del 21 de octubre del 2002. Teórico 10 dictado por la profesora Claudia Kozak.
[3] Gilles Deleuze, “Posdata sobre las sociedades de control”, en Christian Ferrer (compilado), El lenguaje libertario. Antología del pensamiento anarquista contemporáneo, Altamira, Buenos Aires. 1999, p.110.
[4] Teórico Desgrabado llamado “De la disciplina al control” dado por Pablo Esteban Rodríguez.
[5] Hannah Arendt, “Labor, trabajo, acción. Una conferencia”, en De la Historia a la acción. Barcelona, Editorial Paidós, 1995, página 104.
[6] Hannah Arendt, “Labor, trabajo, acción. Una conferencia”, en De la Historia a la acción. Barcelona, Editorial Paidós, 1995, página 95.
[7] Teórico Desgrabado del 21 de octubre del 2002. Teórico 10 dictado por la profesora Claudia Kozak.
[8] George Simmel, “Las Grandes Urbes y la Vida del Espíritu”, en El Individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la cultura. Ediciones Península, Barcelona, 1986, página 158.
[9] John Berger, “Epílogo Histórico” en Puerca Tierra, Editorial Alfaguara, Madrid, 1991, página 264.
[10] George Simmel, “Las Grandes Urbes y la Vida del Espíritu”, en El Individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la cultura. Ediciones Península, Barcelona, 1986, página 157.
[11] Notas tomadas de Apuntes en Clase.
[12] Martín Caparrós, Qué País, Editorial Planeta, Buenos Aires, 2002, página 123.
[13] Hannah Arendt, “Labor, trabajo, acción. Una conferencia”, en De la Historia a la acción. Barcelona, Editorial Paidós, 1995, página 92.
[14] Hannah Arendt, “Labor, trabajo, acción. Una conferencia”, en De la Historia a la acción. Barcelona, Editorial Paidós, 1995, página 92.
[15] Giogio Agamben. “Notas sobre la política” en Medios sin fin. Notas sobre la política. Valencia, Pre-textos, 2001, página 93.
[16] Martín Caparrós, Qué País, Editorial Planeta, Buenos Aires, 2002, página 124.
[17] Martín Caparrós, Qué País, Editorial Planeta, Buenos Aires, 2002, página 220.
[18]Martín Caparrós, Qué País, Editorial Planeta, Buenos Aires, 2002, página 123.
[19] Juan José Sebreli, “Lumpen” en Buenos Aires. Vida cotidiana y alienación. Bs. As. Editorial Siglo Veinte, 1979, página 113.
[20] Martín Caparrós, Qué País, Editorial Planeta, Buenos Aires, 2002, página 178.