el mágico
y misterioso
país y el panqueque
resumen del 2002 o la historia de los 3 chanchitos y el lobo feroz
11 de setiembre del 2001. Nueva York expande su conmoción al
mundo y un tal Ben Landen, que aún era totalmente desconocido para la humanidad,
sale en televisión con voz amenazante. Fue en ese momento en que decidimos
lanzar una revista mensual vía Internet: El Panqueque. Ese fue el nombre
elegido. Los meses se sucedieron obligados por el paso del tiempo. Y los tiempos
cambiaron. Tiramos a un ministro de economía y echamos a un presidente. Se habló
del resurgimiento del pueblo que, como el lobo feroz, le tiraba la casa abajo a
los tres chanchitos, pero olvidamos que siempre aparece un último chanchito que
es más vivo y se construye su casa con cemento. Que se come toda la comida y no
reparte. Y ese chanchito se instaló en el poder luego de que varios otros se
fugaron tras bombas de humo, petardos y frases esperanzadoras y "patrióticas". Y
surgió el "que se vayan todos". Y en vez de desempleo nos empezaron a meter en
la cabeza que lo más preocupante era el miedo al caos social y a la inseguridad.
"Soy yo o es el caos", repetía el chanchito de la cabeza gigante mientras nos
juraba que no era un presidente débil pero con v corta. Mientras tanto, Buenos
Aires ardía por el calor del verano y también por las tantas sucursales
bancarias destrozadas junto a sus cajeros automáticos. Pero, como por arte de
magia, o quizá porque la canilla de los amparos comenzó a abrirse, o tal vez
porque alguien dejó de "operar" contra ¿o a favor? de los bancos, éstos actos
"violentos" dejaron de existir.
El 2002 sería un año divertido para los medios. Y lo fue. Hicieron operaciones de prensa, guerras de periodistas, de canales, de ideas y de negocios. Algunos se travistieron para sobrevivir, otros se convirtieron en magnates o en los nuevos "ciudadanos Kane". Otros se pelearon a pesar de ser viejos amigos y fueron a lo de Jorge Rial para luego pelearse con éste que a su vez se peleó con todos, hasta con Shakira y, casi al final del año, se amigó con la estrella colombiana para venderla como artista exclusiva del canal que se la dio de progresivo y terminó más chimentero y retorcido que el canal de la policía. Pero por afuera de los medios, otra realidad se tejía. La plata no estaba. Nuestra revista recibía denuncias desde México - parece ser que nuestro país no es tan malo como creemos o será que el mundo está peor que lo que nos imaginamos -, amenazas desde vaya a saber dónde y algunos gratos elogios e ideas. Así crecimos, nos difundimos un poquito más y entrevistamos a los periodistas más famosos - aún dudo si son los más prestigiosos -. El año de los periodistas alcanzaba la mitad del calendario pero llegaba el siniestro titular de Clarín: "La crisis se cobró dos muertes". ¿Qué crisis? ¿No había sido la policía, el gobierno, Franchioti, Duhalde, Ruckauf o quien sea? Allí comenzó la debacle y las guerras entre los canales. Como a mediados de los noventa, el caso Cabezas había marcado un antes y un después, aquí ocurría lo mismo.
Se dejó de hablar de verdades, de hechos, de personas, sino de versiones, supuestos, personajes y estrellas de las noticias. Se editorializó sin ideas, se informó desinformando y los operadores de prensa - reconocidos por una productora de "Después de Hora" - dejaron de ser mal vistos para aceptarse como la incentivación en el fútbol. Y llegó el apogeo: Echarri y Grassi.
Pero la realidad ya no estaba allá adentro: en la pantalla de
la televisión. Estaba en Tucumán, en Misiones o en el Coburbano. El hambre, la
miseria y la pobreza, como una ola que rompe en la orilla, había despertado en
las cabecitas siempre proclives al negocio de los grandes mercaderes de
noticias. Si los medios ya no reflejaban la realidad debían buscarla a su
manera. Impactando. Sin explicar causas ni buscar culpables. "El hambre nos
ataca", se escuchó decir sin ton ni son. Y el hambre fue tapa. Atrás había
quedado la inseguridad, los secuestros, los cientos de casos de gatillo fácil,
las miles de palabras cruzadas entre el Fondo y los argentinos con voz, el Lula
victorioso y el Bush irracible. La guerra y la paz. En Estados Unidos se pedía
ir a la guerra, en Venezuela se buscaba la tregua y acá se reclamaba por la paz
en un país en guerra contra sí mismo.
¿Y sus políticos?, me preguntaban allende las fronteras de ¿nuestro? rico e inmenso suelo. Bien gracias. Que se vayan todos y me voy yo. Que las disputas internas y las cuentas en Suiza. Que la dolarización y que hay que romper con el Fondo. Que la UCR o que el PJ. Que se sube Reutemann y que vio algo detrás de la puerta. Así estamos. Ni hablar de banqueros, ideólogos, empresarios, grandes comerciantes y, porque no, de nosotros mismos.
Y así se nos fue el año. Otro año. Con más dudas que certezas. Con menos esperanza que en Enero cuando miles de cabezas se replanteaban todo, según Zamorita. ¿Te acordás, Luis? ¿Dónde quedó esa idea de cambiar todo? Quizás este equivocado y sea pesimista. Cada uno sabrá que le dejó este año y que le sacó. Qué perdimos y que ganamos. No mencionaste a la pesificación ni a la devaluación. Es verdad. Tampoco a las idas y venidas del dólar. Es que estoy harto de que la economía maneje nuestras vidas cuando nosotros deberíamos manejar a la economía. El problema comenzó cuando ésta devoró todo a su paso y expulsó a los sueños y a las utopías. Nos acostumbraron a vivir con lo justo y a hacernos creer que la crisis era consecuencia del derroche de aquellos años en que todo era derroche cuando nunca derrochamos. Sangre, sudor y lágrimas nos imponen día a día. Desde aquí sentimos la necesidad de difundir otra visión de la información y realizar un acto de libertad. Y que el lobo siga soplando con más fuerza que el viento.
Luis Gasulla