País de espejos y de espejismos
Parece que fue ayer cuando nuestro querido panqueque saltó de la sartén. Octubre del 2001 y el recuerdo aún viviente de los atentados a los Estados Unidos. Y se sucedieron tantas noticias, pasaron tantos presidentes por el sillón de Rivadavia y tantos ministros y tantas desilusiones y protestas... Y los debates se convertían en peleas y las ideas no aparecían y nos caíamos del mundo. Y se fue (o lo fueron) al superministro y al día siguiente, como si fuera poco, se nos iba el presi - pensar que tanto había tardado en caminar esos 100 pasos de la jefatura de gobierno de la ciudad a la Casa Rosada. Y se fue el helicóptero y millones festejamos, pero mientras lo veíamos partir algo peligroso presentimos. ¿Y ahora qué? Y llegó el puntano. Y fue una semana alegre, de risas y festejos por el default y, entre tantos festejos, terminó gritando el cabezón. Y se fue Rodríguez Saá. Y pareció cierto aquello de "que se vayan todos". Y nos preguntamos otra vez ¿y ahora?
Y el 2002 nos recibió con Duhalde y su patota bonaerense corriendo a los disidentes de la izquierda. Y se habló otra vez del corralito. Y llegó el boom del escrache y como si fuese poco los medios volvieron a marcar el precio del dólar en pantalla a toda hora. Nuestro nuevo pronóstico meteorológico se hizo presente. Ya lo extrañábamos. Y se fue el riesgo país. País de sensaciones. País inventor de los estados de ánimo, de la sensación térmica y del dulce de leche. País de espejos. Los escraches se apagaron o los medios los dejaron de lado al igual que las quejas, marchas y contramarchas contra los bancos. Y nos acordamos de los pobres y se sucedieron imágenes del hambre. Imágenes que horrorizaban a conductores de programas y las causas seguían ocultas debajo de la sencillez de respuestas estúpidas y simples, a la par que cambiaban de tema y se hablaba del último escándalo de Guido Suller. Nosotros -me incluyo-, la sociedad de la cual formo parte cambiábamos de canal, buscando un espejismo, un escape a la realidad -aquella irrealidad de los noticieros-. Y el dólar subió y se fue a las nubes y se habló de hiperinflación y de un futuro país sumergido en la barbarie y el hambre. Y me pregunté ¿todavía más, aún peor? Y nos dijeron (perdón, nos mintieron otra vez) "somos nosotros o el caos". Y me acordé de aquellos dichos de antaño: "con la democracia se vive, se come, se educa", "salariazo", "revolución productiva" "voy a ser el médico de cada uno" "los pueblos deben gobernarse solos".
Y llegaron los secuestros. Y nos metieron en la cabeza que lo mejor que teníamos que hacer era quedarnos en casa y desconfiar de todos. El estallido social fue devorado por el miedo social. Y el hambre dejó de vender. Y los piquetes se cortaron al igual que sus cortes de ruta. Y la policía mató a sangre fría y la mataron en una esquina oscura del Gran Buenos Aires. Y se habló de magnicidios. Y la ayuda del Fondo que no llegaba. Y las propuestas de los candidatos -porque se habían adelantado las elecciones- no llegaban tampoco. Y se armó un revuelo gigantesco con la cuenta de Menem en Suiza. ¿Y?, me volví a preguntar. El revuelo debería armarse sino tiene ninguna cuenta. Y teníamos que volver a reinsertarnos al mundo, nos dijeron, pero nuestros hermanos americanos siguieron nuestro camino y así les fue. Y nos caímos todos. Y... gastamos mucho, nos volvieron a decir. Y los medios de comunicación se enfiestan como nunca. Cuando los pueblos no son de su agrado -¿alguna vez lo fueron?- les empaquetan candidatos. Y seguimos aquí, tristes y escribiendo. Y que se venga la tercera, grita el gran Saul desde Anillaco, y que echemos a medio país que está ocupado propone López Murphy, y que nazca una nueva nación luego del cuarto huracán me canta la gorda, y hagamos un plan sustentable, pero, ¿para quién? Adolfito, y no queda otra que romper con el Fondo. Buenísimo, digo. Liberémosnos de una buena vez. "Sí, pero sólo si un pueblo está dispuesto a tomar la medida", retruca Luisito. Pero a los pueblos hay que darles una mano... Sino seguiremos viviendo alrededor de espejismos y no hallaremos algún espejo que nos refleje tal cual somos.
L.G.