OTRA VEZ MORDIMOS EL POLVO (LA HISTORIA SECRETA DE LAS OPERACIONES DE PRENSA EN LA ARGENTINA)
En la edición de agosto me pregunté acerca de la similitud de las realidades que los medios nos reflejan a toda hora (sobre todo "Antes y Después de Hora"). En la editorial pasada, titulada "País de Espejos y de Espejismos" realicé un ejercicio de la memoria y la llamativa sucesión de hechos periodísticos por los cuales el inconsciente colectivo se nutre y forma su estado de ánimo. Mi conclusión es que, en los medios, nunca la inseguridad fue tan gigante como ahora, y que el miedo debe expandirse como un virus incurable entre los habitantes de este bendito país. El hambre ha quedado en el olvido y ni hablar del "que se vayan todos". La inseguridad es un problema serio y verdadero. Esto es innegable. Tampoco se puede negar que existen cada vez más indicios de impurezas en la justicia, en la policía y en la administración pública. Estoy asqueado de escuchar opiniones malintencionado de los comunicadores del poder. Todo es violencia, según ellos, desde el acampamiento piquetero a los pungistas en la cancha, de la quema de la comisaría en el Gran Buenos Aires a los destrozos y saqueos en el conurbano. Cuanto tienen que discriminar no lo hacen, en cambio sí engloban a todas las fuerzas de seguridad del lado del "bien" mientras que transforman en mismísimos enviados del demonio a todos aquellos que hocen protestar. Existe un callamiento programado de toda forma de protesta social. Quieren verlos muertos de hambre y callados -¡que no jodan!-, el desprecio es absoluto, mientras sus defendidos se pasean sin rendirle cuenta a nadie de sus "cuentas".
La campaña sucia está en su pico máximo. Las elecciones, cada día que pasa, alejan a sus candidatos de la cúspide y del poder. Algo debemos armar. Y fue la masacre de Avellaneda. Y fue el asesinato en manos de la policía o en complicidad de la misma del chico Peralta. Y se descubrió que la grandes secuestradores eran policías. Y se destapa la olla una y otra vez, y no escarmientan. El miedo debe cundir para que el autoritarismo reine. Es la única forma de terminar de esclavizar a un pueblo destruido y débil que, sin embargo, aún no termina de comprar ese discurso absurdo y nefasto a la vez de los poderosos, no termina de creerle a la policía ni a los políticos que dicen que la solución es la pena de muerte, la guerra y la mano dura, un pueblo que observa, día a día, en sus propios barrios a las organizaciones delictivas del poder que venden, compran droga, coimean y abusan de prostitutas, débiles, mendigos y jóvenes. Que matan. ¿A quién no lo coimearon? ¿A quién no le robaron? ¿Acaso no son sinónimos?
¿Cuánto poder pueden tener estas mafias? ¿Hasta dónde son capaces de llegar? ¿Cuánto miedo más quieren imponer? Cuándo los pobres sean silenciados y esclavos y nosotros -clase media- seamos los nuevos pobres, ¿qué harán? ¿Por qué las cárceles están habitadas solo por pobres? ¿Por qué la policía reprime solo a los pobres? ¿Alguna vez, sabremos toda la verdad? ¿Qué hay detrás de Ruckauf, Hadad y su compra de canal 9, Menem, los periodistas que muerden el polvo, la policía y Duhalde? Nos venden mentira y la compramos a mitad de precio. Refutan las teorías conspirativas y tildan de locos a los que dicen la verdad. Miremos el otro costado de los hechos. Si descubrimos quiénes se benefician del miedo y del horror, quiénes tienen los intereses puestos en que haya inseguridad, hallaremos la verdad. No es tan difícil. Solo hace falta perseverancia y deseo de justicia y de verdad. Pero en serio. Comprometámonos antes que sea demasiado tarde. No mordamos el polvo nuevamente. Después no nos quejemos. Escuchemos a los que vienen anticipándonos los hechos desde "Antes de Hora". Porque "Después de Hora" solo quedarán tinieblas, miedos y más inseguridad.
L.G.