Montevideo-Bs.As   "Verano en Rojo"  Bs.As- Montevideo

Baires, calor típico de Enero, comienzo a entrar en comunión con una ciudad en plena siesta pero no por eso inmóvil.  La inmovilidad es imposible en Buenos Aires que se me presenta llena de extranjeros.

Vasta de una vuelta para descubrir que en Florida no están más los puestos de artesanos que "tanto molestan a los turistas afeando la peatonal".  En su lugar un grupo (no muy numeroso) protesta sin violencia, vigilado de cerca por policías con perros.  La "yuta", que espanta a todo aquel que nada tiene que ver con la causa en cuestión.  Me pregunto que queda mejor a la vista del turista; si los puestos en el piso o los perros y palos amenazantes.

Más tarde en el Abasto me doy cuenta de que a los visitantes extranjeros lo que ocurra con la peatonal no les importa; todos salen "chochos" y llenos de bolsas, pensando en lo que le llevarán  de regalo a la prima que está en España, Francia, Alemania o por algún lugar del primer mundo. Esa noche es de cena en un restaurant "barato" y de pasar por un Tortoni sin Dolina, es sábado...

Infaltable domingo en el Tigre con los sandwiches y los vasitos descartables y la gente y los catamaranes por todos lados... Y para rematar la parada del 60 que vuelve a la Capital, que desencadena la envidia al confort del auto y  un audible y bien argentino "¡La puta que calor que hace!".

Y así de vuelta a la ciudad que es de todos y de nadie... ¿Quién se anima a domar a BsAs?  Pocas manos en alto y algunas son de los Gardeles y Monzones que honorables y simpáticos saludan desde los balcones de los falsos conventillos de La Boca.  Caminito al alba enfrentada a los barcos oxidados y los conventillos de veras; a los nenes pidiendo moneditas y los padres robando para comer.  En fin la tristeza que se extiende, el verdadero verano en rojo, sin guita, sin amor; con la mufa y el dolor de América Latina.

Últimos pantallazos de Buenos Aires, de esa Argentina que es mía y de nuevo Montevideo, también mía, adoptada, superficialmente apacible y con calores irreconocibles.

La gente en la rambla, las playas atestadas como nunca y el verano agobiante del que se queda en la ciudad.  Las quejas de que a chilenos, argentinos y brasileros no se les cobra peaje y hasta se les regala  combustible; una estrategia más para aumentar el  turismo.  Expresión melancólica y de enojo; una mueca como de "¿Y nosotros qué?"; montevideanos olvidados y sin vacaciones en Maldonado o Rocha.

Hay una abnegación ante el rock, el reegae, el candombe y la cumbia que se oye en las  playas; heladeros, mate y bizcochos; mañana, tarde y noche; Malvín, Pocitos, Parque Rodó: la Rambla. Montevideo ardiendo en verano.

Camino un rato y me detengo; observo, en frente a la izquierda está la Embajada de Estados Unidos que por reformas está amurallada por chapas y con su bandera izada; a la derecha y a pocos metros veo la Sede del Mercosur. Sobre la playa Ramírez veo el rojo furioso de una atardecer que poco a poco se consume cediendo lugar a la noche.  Me dan ganas de preguntar a los gritos "¡¿Hacia dónde vamos?!"; me abstengo, qué pasa si nadie me responde.

Victoria Molnar