Argentina comienza una nueva etapa de gobierno con la perspectiva de un cambio rotundo en la situación económica y social. El actual presidente intentó dar en los primeros pasos una imagen de acercamiento a la gente, al romper el famoso protocolo y mezclarse efusivamente entre los manifestantes. Me quedó grabado un instante en el que una persona común abraza a Kirchner y le grita amistosamente en la cara: por favor, no me defraudes. Esa situación parecía resumir el sentimiento de muchos argentinos hacia el nuevo gobierno. En ese momento pensé cuantas veces esa misma persona había sido defraudada y víctima de mentiras por parte de los políticos. Y ya que comienza una nueva parte de la historia, es necesario conocer el pasado para entender presente, y luego poder comprender el futuro. Y se me vienen a la mente infinidad de mentiras históricas que los argentinos nos creímos como verdad. Una tapa de una revista que afirmaba: Vamos ganando para después enterarnos con sorpresa que Argentina firmaba la rendición ante los ingleses. En esa misma guerra, el pueblo argentino se unió para mandarle alimento y todo tipo de asistencia a los combatientes, sin saber ni imaginar que nada de eso llegaría a destino. Aunque los militares asesinos que digitaron la guerra nos decían que los chicos no iban a pasar frío, luego vimos las imágenes desoladoras de los soldados pésimamente equipados. Y nos dimos cuenta que era otra miserable mentira.
Nos ofrecen la democracia como solución a tanto autoritarismo e impunidad, y nos dicen que con ella se come, se cura y se educa. Y cuando los argentinos experimentaron la locura de la hiperinflación, ya tenían la sospecha de que esa frase era una mentira más de un gobierno de turno. Sin embargo, otra solución era posible. El salariazo, la revolución productiva y el primer mundo imaginario que proponía un nuevo presidente. Pero ese primer mundo era una amarga ilusión, y una nueva mentira. Pero se me vienen imágenes de muchas épocas, un político incendiando un cajón radical sin entender a un pueblo cansado de violencia y extremismo, una hipocresía de un personaje nefasto que tuvo la desfachatez de declarar que en Argentina se debía intentar no robar por dos años. Además, pienso en la masacre de la Patagonia a manos de un gobierno radical, que mandó a matar a sangre fría a peones rurales. Pienso también en la estadía oscura de los jerarcas nazis en la Argentina, que tuvieron la impunidad de comenzar una nueva vida con la complicidad del gobierno de turno. Pero también pienso en un pueblo luchador que jamás se rendirá, a pesar de estar abrumado por las mentiras. Ningún gobierno hará creer a este pueblo que un país distinto no es posible, mas allá de las mentiras, mas allá de la injusticia.
Sebastián Turtora