¡Que se queden todos!

Recuerdo que no hace mucho tiempo tomamos las calles por asalto y nos cansamos que nos digan qué hacer de nuestras vidas. Ayúdenme, porque las imágenes se superponen en mi cabeza pero, si no me equivoco, éramos nosotros, sí, nosotros, personas como vos o como yo, que peleábamos por otra justicia, por otros representantes, porque nos den soluciones a los problemas del desempleo, el hambre y la exclusión; éramos personas que salían a las calles con la cacerola, la cuchara, las llaves y la ropa gastada de tanta penuria que salía a pedir; pedir no, reclamar, exigir, “que se vayan todos”; recuerdo al periodista Jorge Lanata solicitando en la Plaza Rivadavia que le dejen hablar y los abucheos hacia él pues todos querían expresarse y apoderarse del micrófono pues los medios también eran cuestionados; recuerdo un manifestante diciendo que las asambleas pronto tomarían el poder; recuerdo un anciano insultando a Domingo Cavallo y a Fernando De la Rúa por instalar el estado de sitio; recuerdo en ese caluroso enero del año pasado los masivos cacerolazos contra Duhalde y a los piqueteros desfilando por la Avenida Rivadavia mientras las clases medias y los comerciantes los aplaudían a su paso...

No recuerdo a Nito Artaza ni a Cherutti actuando en Canal 9, menos recuerdo a mafiosos caminando libremente por las provincias, menos en la Capital, como Luis Barrionuevo atentando contra la democracia, hago memoria y no recuerdo al juez Nazareno dialogando tranquilamente con los periodistas mientras cientos de estúpidos gritan tras los muros de esos oscuros y siniestros recintos en donde supuestamente se dicta justicia, justamente ¡justicia! ¡justicia! ¡justicia! porque esa misma Corte Suprema que antes era repudiada le dio un guiño picarón a los ahorristas, a Carlitos Menem y al gran Nito –líder ahorrista-. Justamente no lo recuerdo a Menem, para nada, ¡ahhh, sí! en los escupitazos de millones que con rabia recordaban a su madre y a sus “obras”. Como dice su última publicidad Menem es una marca registrada. No me acuerdo de Mauricio Macri saliendo a las calles en busca de renovar la política, ni a Kichner elogiando al presidente recién electo por aquel entonces, ni a Rodríguez Saá luego de huir de la Casa Rosada tras el apagón en Chapadmalal. ¡Qué casualidad! Antes la luz se cortaba en Mar del Plata, ahora en el Congreso, ese mismo Congreso que alguna vez dejó abrir sus puertas para que unos barras bravas del peronismo de Duhalde y el radicalismo de Alfonsín expulsaran al Adolfo que igual se caía solo de la mano de Carlos Grosso y compañía.

 Y ese Congreso que festejó el no pago de la deuda externa, unos meses después dictó las leyes que el Fondo exigió desde el Norte ¿te acordás? ¿te acordás de una loquita con una bandera yanqui en el recinto? ¿Y te acordás de las monedas de Zamora para el colectivo? Mamita, ¡tenía un sueldo entero en el bolsillo! ¡Ese Congreso protegió a Barrionuevo tras el escándalo en Catamarca quien a su vez se presentaba como la nueva política! ¿Nueva política? Otra vez con lo mismo, ¡me parece que lo único que tiene de nuevo Barrionuevo es la mitad de su apellido! Y que querés si no lo tomamos con algo de humor...

Entonces después de recordar todos los últimos hechos de nuestra historia, llego a la conclusión que es justamente eso: HISTORIA, ya fue, es historia; o tal vez simplemente una Argentina paralela que alguna vez quisimos vivir y no nos animamos. Es más fácil vivir de fantasías ¿no? Y creer que en el veranito de Duhalde y el futuro gobierno de  quien sea que sea – ¿Menem por qué no, no? son una realidad. Tal vez el equivocado sea yo y la fantasía haya sido creer que en este país algo iba a cambiar, creer en la Argentina de los argentinos, pero ¿qué es eso? En fin, el otro día escuché por ahí un loco gritando ¡Qué se queden todos! ¡Qué se queden todos! Argentina, Ar –gen –ti – naaa país generoso y cambiante como pocos... y como nadie...   

 Luis Gasulla