El largo y sinuoso camino de los que hacen El Panqueque:
(Editorial de Diciembre 2003) Próximamente actualizaremos esta página
El Run-Run del Panqueque o la historia de cómo corrimos en el subte.
Vivir de lo nuestro es difícil. Ardua y peligrosa puede ser la vida de un panquequero. Cuando nos propusimos lanzar esta revista fue un momento duro y complicado ya que romper con cualquier clase de poder es algo tajante, sin términos medios. Tenemos principios y los hacemos valer en cualquier circunstancia, aunque sea la más trivial y cotidiana que se te ocurra. No tenemos publicidad pero la queremos. No tenemos dinero pero lo anhelamos. No poseemos ni una pizca de fama ni reconocimiento más que el tuyo –si es que seguís ahí-, pero lo deseamos como deseamos a las mujeres que la fama nos traerá seguramente. ¿O no?
Estas líneas más que una editorial son un cálido saludo: a vos, a todos ustedes y, por eso, como confiamos en tus cualidades interpretativas, te contamos y hacemos públicas nuestras preocupaciones por la situación actual de nuestra publicación. Estamos en peligro. Hemos sido perseguidos, a punto de dejar de escribir para ustedes, al filo de la muerte y la tortura. Casi sentimos el frío de la navaja de la muerte atravesar nuestras venas, aún jóvenes, rozagantes y repletas de sangre cálida y dispuesta a bombear nuestros cerebros completos de ideas geniales y novedosas. Fuimos censurados en nuestro acto de periodistas-vendedores ambulantes- publicistas e inversores independientes en el subte línea B. Para decirlo lisa y llanamente, nos rajaron, nos apuraron, nos aplastaron las mafias de los que todo lo pueden. Y sí. Nos fuimos. Corrimos como niñas en celo frente a la presencia de Ricky Martin. El problema es que no lo encontramos a Ricky pero sí a un molinete presto para ser saltado. Algunas de nuestras revistas aún descansan en vaya a saber qué vía de qué subte. Así es. Mientras tanto, un compañero de nuestro hombre encargado del diseño gráfico, fue discriminado en un boliche bonaerense –Pinar de Rocha en Ramos Mejía- por ser más negro que Carlos Monzón. Así estamos. Prestos a dar el gran salto. Pero al vacío.
Sin saber cómo atravesamos el tercer número, el último de este año y, quien dice, el último de nuestra breve historia, seguimos allí ¿o aquí? E historia es lo que hemos hecho. El medio gráfico aún se mantiene conmovido por nuestra presencia; incómodos ante nuestros sagaces titulares; envidiosos de nuestra sana inteligencia crítica y asqueados de tanta tinta negra que se deshace al hojear nuestra pobre revista. Si todavía estás frente a esta página, El Panqueque te presenta uno de sus mejores números, ¡con humildad!: enterate en las sucesivas páginas de lo acontecido en materia musical (dicen que octubre fue el mes del rock nacional), los veinte años que supimos parir, la policía que nos rodea, otro capítulo que duele: el de la desnutrición infantil, investigamos qué piensa el recién electo juez Eugenio Zaffaroni, recuerdos del 20 de diciembre, y tal vez más. Y tal vez menos...