Editorial

Costumbres argentinas

De repente observo las imágenes por televisión del nuevo desastre que vive Nueva York, cuna del capitalismo, cuna de la cultura modernidad - mundo, como dice Renato Ortíz del planeta Tierra. ¿Será posible que la historia se vuelva a repetir una y otra vez? De nada sirve ya que no fue un atentado en esta ocasión. Un pueblo llora a sus víctimas por trigésima vez; la fragilidad de vivir el presente de un mundo de vida enlatada e instantánea. Como una latita de Coca - Cola, así de rápido devoramos la información que llega de todas partes del globo, desde Estados Unidos a... Estados Unidos. ¿Qué rápido nos olvidamos de Ben Laden? ¿Qué rápido se desactualiza el presente? ¿Con que velocidad el presente se vuelve historia? ¿Y cómo esa historia reciente es olvidada en el mañana que es el hoy que nos abruma a todo momento y no nos deja meditar sobre lo ocurrido... ayer? La historia transcurre como si fuese un video - clip y el presente se desintegra como el contenido de la lata de Coca. Instantes de dolor, compasión y sufrimiento... ya nada asombra. ¿Cómo que no? Diego Maradona se auto - homenajeó y lloró un país. En ese simple momento, en ese pequeño recinto, y por un hombre que no supera el metro sesenta - pero que contiene demasiado talento para tan pequeñas dimensiones- ; un gentío sí se sorprendió y se emocionó hasta las lágrimas. Ellos no olvidan la historia que les hizo vivir este hombre, historia de hazañas y alegrías, conquistas y también frustraciones. ¿Cuántos pseudo - líderes desearían poseer una quinta parte del poder que tiene Maradona entre nosotros, los argentinos? Discutible o no, la culpa no es del chancho sino del que le da de comer. Maradona no es el culpable de los males que aqueja nuestro país. Y lo representa como nadie, con sus grandezas y con sus contradicciones también.

Esa gigante emoción es tan inexplicable como la falta de ideas que tiene la sociedad civil argentina para expresar su bronca y su desilusión. La apatía que generan los políticos se manifiesta en el amor que se les infunde a los famosos, futbolistas o integrantes de un reality show. Ya nada nos sorprende pero... ¿no puedo creer que se fue de la casa de Gran Hermano Pablo? ¿Tanto talento dando vuelta y ni una pisca  del mismo se fija en un político para capturarlo y salvarnos de la malaria? ¿Será que los argentinos no nos queremos ni entre nosotros mismos? Vivos sobran y hábiles también. Los hechos caen en picada, que Menem salió en libertad, que la Rímolo está en cana - ¡qué locura! -. El caso Rodrigo atrae más atención que el juicio a la AMIA. Y Boca cae en Japón pero... ¡el árbitro tiene la culpa! ¿Mea culpa? ¡Jamás! El desastre económico está a la vuelta de la esquina y salvo De la Rúa y Cavallo, todos lo pueden oler. Ya no podemos estar peor. ¡Mentira! Siempre se puede caer mas abajo, nuestra historia manda; desde 1955 retrocedemos un pasito más hacia el vacío. Y bueno, así estamos, con 3000 puntos de riesgo país encima, pero, por favor, ¡no me dejen solo! Sí Bernardo lo dice ¿no?