Cine

De Jack El Destripador al Hijo de la Novia

La candidata al Oscar, El Hijo de la Novia, hace equilibrios entre la risa y la emoción. Comercialmente sigue arrasando las boleterías de los cines argentinos en base a buenas actuaciones, llantos y risas repartidos en una buena película, bien filmada y dirigida. La melancolía de este tipo de cine expresada, como en nadie, en el rostro de Héctor Alterio, es difícil encontrarlo en alguna otra parte del globo excepto en algunos films europeos. Esa es la ventaja que distingue nuestro cine del yanqui, aunque cueste darse cuenta. Los diálogos, aunque a veces ridículos, son más verosímiles y hasta ricos que los de nuestra segunda Patria. Para un espectador acostumbrado al cine norteamericano, le resulta desagradable este cine con corte social y de raíces bien nuestras. El cine nuestro de cada día a crecido tomando prestado ingredientes tecnológicos y de movimientos de cámara pero no ha plagiado.

Si el Hijo de la Novia tuviese un final triste o inesperado, se la podría comparar con Belleza Americana. ¿Acaso no es la historia de la vida de un hombre que intenta darle un nuevo giro a su existencia a partir de un hecho desafortunado? ¿Acaso no son historias de personas como uno que intentan desesperadamente buscar el amor y abandonar la soledad? ¿No son ambas críticas despiadadas hacia el mundo de hoy que nos toca sufrir? ¿No subyace una crítica al sistema y a la lógica del consumo? ¿Acaso lo único que se termina consumiendo es nuestro tiempo y nuestras vidas para el que no tiene trabajo y el que vive para el trabajo? ¿Sus protagonistas no son increíblemente sarcásticos y rememoran aquel viejo tiempo pasado que siempre será mejor idealizado en nuestra memoria? ¿No sufren la incomunicación con sus hijas? Algunos ya se han divorciado otros van en vía a hacerlo pero algo los impedirá consumir el hecho. Las similitudes son grandiosas y se puede hablar de un cine más social que conmueve al espectador que se ve reflejado en la pantalla pero no se plantea el cambio de vida ¿o sí?

Por otro lado, la historia del Destripador, aquel primer asesinado serial de la historia, anticipa los turbios tiempos presentes de violencia. Johnny Deep se vuelve a destacar como actor que siente el personaje y deja la vida en el papel que tiene que interpretar (acá la deja de verdad). En el film convergen varias historias: las corruptas corporaciones y alianzas de intereses que se apreciaban ya en el lejano fin de siglo XIX, la religión, las sectas y la discriminación social, y, por último, el amor y las penas del corazón. Una intrincada historia con un desenlace brillante. Una historia bien contada, con buenos actores y efectos verosímiles en donde se respira el olor a sangre en varias tomas de la película. En el mismo camino del Joven manos de Tijera, El jinete sin cabeza; Deep vuelve a construir un modelo de actor. Aunque su papel se repite; el de ser razonable y frío entre abogado e investigador como en sus últimas 3 o 4 películas sin tener en cuenta Blow (historia de un narcotraficante).

Ambos son altamente recomendables y no merecen más premios que acudir inmediatamente a verlas en el cine o en el video.

LG