Cabezas gachas, el corazón abierto y la vuelta a ninguna parte

Los minutos corren, nuestra seleccionado de fútbol se está quedando fuera del mundial - nuestro mundial, aquel que tan fácilmente íbamos a ganar - en primera ronda. El tan nombrado "grupo de la muerte" nos ahorca, asfixia a un equipo repleto de dudas e incapaz de definir las difusas situaciones de gol que se le ofrecen a lo largo de los escasos 270 minutos que aguantó en las tierras asiáticas. Japón nos despide sin poder creerlo... 

En Buenos Aires y en Rosario, en Córdoba como en Río Gallegos, la mañana de junio es más fría que de costumbre. Los pocos transeúntes caminan sin ganas por las calles de las ciudades, caminan sin querer ser; los taxistas paran en las esquinas sin deseo de levantar pasajeros; las bocinas apenas de escuchan en una ciudad desierta que no durmió por ese grupo de nombres que alguna vez fueron jugadores de fútbol. Esos, nuestro equipo, nuestro triunfo no es más nuestro... es su derrota, no perdimos nosotros, no... ¿Cómo cambia la opinión? Tampoco es bueno generalizar pues esta selección, aún en sus horas más críticas, mantuvo un caudal de apoyo inédito en nuestra historia. Bielsa fue y es el técnico más querido por la mayor de las minorías. Aunque se obstinó en morir en la suya y terminó instalándole un cerco al burrito Ortega por donde no podía saltar, aunque lo crucificó a Verón por no sacar su escoba, limpiar el camino y volar entre los rivales. Voló, sí, pero del terreno de juego. El payaso se vistió de héroe pero no le alcanzó. Zanetti confundió vértigo con fútbol y terminó siempre en centros insignificantes para los afortunados defensores tanto de Inglaterra como de Suecia. La defensa no tuvo trabajo como tampoco el arquero pero no sacó las papas del fuego cuando era necesario. Los experimentados no estuvieron a la altura de las circunstancias y a los más jóvenes les faltó experiencia, ¿cómo se entiende? Los comentaristas de fútbol hicieron un giro de ciento ochenta grados como con Bilardo o Basile. Increíble.

La frase más escuchada por los más sensatos fue "no hagamos leña del árbol caído"... mientras seguían, seguíamos confundiendo fútbol con patria, juego con guerra... Entre el vencer y el perder hay un sólo paso, una fina línea, ¿o no YPF, Quilmes, Visa y demás? Hipócritas y mentirosos nos vendieron ilusiones que supimos comprar como la canción del mundial, como las promos y esa de "tenes que entrar porque..." No entró y siguen facturando. Ahora nos venden el sabor de la derrota. Tocaron nuestro pesar, izaron las banderas celeste y blanca tanto en negocios como en estaciones de servicio como sinónimo de victoria y ahora las guardan. El mundial es el único momento en que nos unimos para después desbandarnos como siempre en nuestra historia. Escuché decir que siempre nos pasa lo mismo y que nunca nos pasó esto. También oí que hubo una mano negra y supe de las perlas negras de Guillermo Nimo. Escuché cifras, negocios y conveniencias.

Todo pasa, diría don Julio. Todo menos él, le respondo al pope de la Asociación de Fútbol Argentino. Otra vez será. Lo que debería ser y llegar, como bien se preguntó el periodista Jorge Lanata, es el día en que los argentinos depositemos las esperanzas en nosotros mismos y no en un puñado de héroes que al día siguiente son villanos. Del amor al odio hay un solo paso. El existencialismo del resultado puede llegar a ser mortal, pero por estos pagos es algo inmortal e inmoral.