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¿Qué hacemos con la bomba?

RODOLFO WALSH DIJO QUE "HAY QUE ESCRIBIR SIEMPRE QUE HAYA NECESIDAD DE HACERLO", Y QUE UNO ESCRIBE SOBRE LAS COSAS QUE UNO ODIA, O ESCRIBE CONTRA LO QUE UNO ODIA.

HOY TENGO MUCHO ODIO Y NECESIDAD DE ESCRIBIRLO, PERO NO SE DEJA...

ESTE ES UN TEXTO QUE ESCRIBIO ARMANDO CHULAK, LA APOSTILLA FUERON AGREGADAS EN ESTA OCASION...

 SEBASTIAN.....

 ¿Qué hacemos con la bomba?

"LA HUMANIDAD ESTÁ HARTA DE QUE SUS ASESINOS LA USEN DE COARTADA.  Y ESTÁ HARTA DE LLORAR A SUS MUERTOS AL FIN DE CADA GUERRA: ESTA VEZ QUIERE IMPEDIR LA GUERRA QUE LOS VA A MATAR".

                                                                                                                                   

  EDUARDO GALEANO

 El imperfecto, inestable y excéntrico globo terroso en que vivimos, un día cualquiera podría desaparecer o quedar bastante deteriorado si así lo ordenara alguno de los que podrían decidirlo, o lo causara – por razones de buena organización- algunos de los que podrían causar tal catástrofe.

Este poder está en manos de sujetos no muy diferentes de los que en un enrojecido atardecer, que parecería propicio a la profecía, sostenían el siguiente diálogo:

 -         ¿Y…? ¿Qué hacemos con la bomba? – preguntó el nervioso , sintiendo que su hígado se revolvía en medio de un millón de alfileretazos.-

 -         Ciertamente, ¿qué hacemos con la bomba? – apoyó el abúlico, maravillándose de que su indiferencia se mantuviera intacta ante el terror que le producía la insinuación que acababan de hacerle.

  - Porque tener una bomba y no usarla, es completamente idiota – razonó el primero.

 -         Francamente sí, es idiota- coincidió el segundo.

 Ambos se quedaron en silencio un rato, durante el cual se dedicaron a contemplar con respeto casi reverencial el botón rojo con el se ponía en funcionamiento el artefacto. No pudiendo sufrir más su inactividad, el nervioso insistió:

 -Yo me pregunto si los otros que también la tienen no estarán tentados como nosotros de hacerla andar.

 -Es muy posible que sí- lo consoló el abúlico, pero tuvo el cuidado de elegir bien las palabras para no comprometerse en haberlo alentado demasiado.

 -Tendrías que definirte- aconsejó el nervioso, perforando con mirada sagaz a su compañero. Alguien podría sospechar que estás en desacuerdo.

 -Bueno, la bomba está ahí y nosotros aquí, junto al botón- se defendió el abúlico-; cuando llegue el momento de usarla o la orden, supongo que no habrá inconveniente para…

 -Siempre estás eludiendo la responsabilidad personal, ¿verdad?-  lo interrumpió agresivo el hepático-. ¿Es qué no tienes iniciativa propia?

 Una eléctrica corriente de gélido terror recorrió la espina dorsal del abúlico, cuando escuchó eso de “iniciativa propia”. Sabía perfectamente que esa idea, catastrófica para el mundo actual, podía prosperar en otro u otros sitios. Por ejemplo, dentro de la cabeza de seres que usaban gorro de piel y bebían vodka o entre otros que tenían misteriosos ojillos oblicuos o entre melenudos existencialistas adictos al champignons y al foiegrass. En fin, todo el historial de esa criatura viviente que hace uno o varios millones de años se inició en el miedo podría terminar de golpe con esas dos palabras optimistas: INICIATIVA PROPIA

-No hay que manejar esto como algo personal- reprochó el nervioso.

-¡Cómo! – estalló el otro- ¡Todo es personal! ¡El amor, el odio, el patriotismo, el suicidio, la ambición, la abnegación. El recuerdo también es personal y colectivo. La traición, el heroísmo, la cobardía, todo, todo es personal en este mundo!

-Visto con ese apasionamiento, quizás…-admitió el abúlico no muy convencido y más por no seguir discutiendo.

-Así no vamos a ninguna parte. No podemos dejar siempre las decisiones en manos ajenas. Sobre todo, porque entre las ajenas también están las manos que nos odian, que nos amenazan- advirtió con miedo- . De no ser que ellos también nos temen, ya nos habrían borrado del mapa.

-Tenés razón…-trató de aplacarlo el abúlico, porque su intuición le advertía que los arrebatos nunca conducen a nada bueno.

-Bueno. ¡Muy Bien, tengo razón! ¿Y entonces?

-¿Entonces?

-Sí, ¿qué hacemos?- insistió el nervioso.

-¿Qué hacemos con qué?

-¡Con la bomba! No aguanto más esta espera. ¡Apretá el botón rojo!

-¿Te parece?

-¡Claro que me parece! ¡Apretá!

-Bueno.

El abúlico, contrariando esa naturaleza que le daba felicidad cuando nada hacía, se encaminó hacia el tablero de donde sobresalía tal pupila sanguinaria el rojo botón. Con el dedo a punto de apretarlo, vaciló un momento.

¿No es un poco prematuro?

Noooooooo! – estalló el nervioso en un arranque de histeria.

-Bueno, bueno, a no alterarse. Allá va….!

El dedo regordete se posó sobre el rojo botón y lo fue hundiendo de a poco, sensualmente, como retardando el momento todo lo posible. A los pocos segundos se oyó un CLIC y un zumbido siniestro llenó todo el ámbito. El abúlico y el nervioso contuvieron la respiración. Y no era para menos, el artefacto había entrado a funcionar. El nervioso se enjugó la transpiración que le hacía correr perlas apuradas por su frente y susurró:

-En diez minutos se notarán los resultados….-

Ambos quedaron hipnotizados por las agujas del reloj, que se movían ahora increíblemente lerdas. Faltan nueve minutos…ocho…7…6….5….4…3…2…!UNO!

-A prepararse- gritó tenso el nervioso-. ¡Ya viene!

Con esta orden, los dos hombres salieron. Un inmenso chorro de agua comenzó a erguirse, llenado un recipiente, que más luego serviría para rociar las hileras de plantas.

-¡Es una satisfacción ver que la bomba funciona perfectamente- exclamó el nervioso.

-Sí, es una satisfacción- aceptó el abúlico. Pero en su interior prefería que del riego se encargara la lluvia. Era mucho más natural.  

Inmoraleja: Si en tu imaginación sólo cabe un tipo de bomba, tu vida no vale nada