La Despedida en Anillaco
Como ya es costumbre tuve la suerte de presenciar los hechos más destacados de la semana, todo gracias a quién, ¿a quién?, al carnet de periodista que la gerencia de programación de la radio me otorgó la semana pasada.
Así fue que partí rumbo a Anillaco, con un pequeño bolso con algo de ropa, unos pocos pesos, el grabador de periodista y el carnet que les contaba antes. Allí paré en la hostería del Automóvil Club Argentino que me recepcionó a mitad de precio en una habitación de menor categoría ya que sino se me iba el presupuesto a la mierda, ahí donde la sutileza de Sebastián ubicó a los votantes del antes rubio de ojos celestes, mujeriego y ganador; pero que hoy nos citaba en su pueblo para mostrar su última máscara: la de cagón.
No me quiero ir de tema ni menos de cuerpo –como dice mi abuela-, esta habitación era tan sucia que me contagié de agarrapatas y me picaba hasta ya saben qué. Si la semana pasada me habían dejado los genitales a la miseria y la anterior me había resfriado, ésta sufría de estos pegadizos bichitos por todo el cuerpo. Pero, en el futuro me ayudarían a escapar de una golpiza. ¿Por qué? Porque cuando llegué a la mansión en la que todos los medios estaban esperando la respuesta de Carlitos para ver si se bajaba o no, vi como lo golpeaban despiadadamente a Marcelo López, el enviado especial de América 2. Ahí pude ahuyentar a los agresores con ayuda de mis agarrapatas. Es cierto que llegué demasiado tarde pero, por lo menos, lo salvé de algo peor, a Marcelo López y a varios periodistas más que hoy me mandan una carta de agradecimiento entre ellos mi querida María Julia Olivan y también Ronnie Arias…
Pero bueno, con esto de las agarrapatas, yo pasaba por donde quería –además no se olviden que tenía el carnet de acreditación de Radio G- y pasé dentro del salón oval de Carlos Menem. Pude presenciar como Carlos se preparaba para grabar su spot publicitario pero el hombre estaba muy enojado por los resultados de la última propaganda en la que aparecían desocupados, electricistas, estudiantes –todos muy mal actores- gritando: ¡Vamos Menem! El problema es que Menem se lo tomó en serio, no le causó gracia y se fue, pero se quería llevar puesto a Agullo ya que el spot publicitario causaba vergüenza ajena, algo que Carlos nunca había sentido ni cuando se subió a la Ferrari, ni cuando se casó y la Bolocco le esquivó el piquito, ni cuando el día anterior a bajarse salió en pijama para decir que no nos iba a defraudar por última vez.
Bueno estaba adentro y era un testigo privilegiado de los hechos. Mamita, lo que ví. Estaban todos, pero distintos… Era un símbolo del fin de los tiempos menemistas. Carlos ya no tenía el gato y se mantenía en pie gracias a un bastón y unas pastillas muy sugestivas, María Julia Alsogaray tenía unos cardos en las piernas increíbles que no la convertían, precisamente, en la mujer con las piernas más sexys del país, Gostanián ya no tomaba capuchinos en Punta del Este y en vez de pesos con la cara de Menem, imprimía papel higiénico con un Menem en pijama –digno para limpiarse la cola-, Bolocco ya no estaba embarazada y saltaba por los aires festejando el fin de sus días junto a Carlo´, Kohan se fumaba un puro pero de chocolate, mientras que Corach pedía unas monedas para volver a Buenos Aires –peor estaban otros como Melconián que pedía un peso para la birra (vieron la cara de choborra que tiene el hombre). En fin, lo que antes era lujo y ostentación hoy era pena y mal gusto. Daban lástima, como los extras de la propaganda de Vamos Menem! Mientras tanto, Agulla se mataba de risa, alguien me contó –no puedo revelar la fuente- que Agulla le tiró una torta de plata alguien cercano a Duhalde. Mientras Menem se preparaba para despedirse de la segunda vuelta, del nunca existente triunfo inmediato y de la catastrófica y segura derrota, redactaba su discurso. Me acerqué a su escritorio, donde posaban estupefactas unas pizzas devoradas por el tiempo y unas abejas asesinas, junto a un champagne maloliente. Pizza y Champagne, dicen que alguna fue devoró el hombre. Las gatas ya no pugnaban por entrar al salón menemista y los mediáticos lo dejaban de lado mientras el poder se iba por la puerta trasera sin antes decir un adiós repleto de sarna y humor. ¿Quién lo diría Carlos?, le dije y le entregué un papel borroso que contenía las siguientes palabras: “primero fue María Julia, después se lo llevaron al padre y a Bernie, cuando todo parecía en calma lo perdí a Al Kassar, a Yabrán y a los contactos en la embajada norteamericana, el paliativo de las ventas de empresas estatales no fue suficiente para calmar el dolor de la enfermedad, los desocupados se trepaban al techo de mi asilo, después, después, todo fue dolor y confusión, ahora están golpeando a mi puerta, el barco se hunde y no hay un héroe en esta película… Cuidense argentinos, usen forro, el menemismo te vacuna sin pedirte permiso. Ahora la verdad golpea a mi puerta, me asomo al balcón y es mi ángel de la guardia que grita entre el llanto de lo que se va para no volver: ¡Vamos Menem! Le hago caso y me voy –me dice tristemente nuestro ex presidente- pero pronto volveré y seré millones…
Millones de dólares en las cuentas de Suiza, en las Bahamas y en Sumatra también, le aclaro, mientras Menem espera mi aprobación del texto que le escribí para él. ¡Pongale más ganas, sino no suena convincente! Carlitos apenas reacciona, agarra el bastón, me dice que va a pensar la decisión final y por último me desea suerte en el viaje de vuelta. Yo, antes de irme le dejo un papel higiénico sobre su escritorio y él me grita desde el baño: ¡Luis, quedate con tus 22 lectores del panqueque, yo me quedo con el pueblo! ¡Luis, no sigas apoyando a un montonero y generando antinomias en el seno de nuestra patria! No le di bola y en vez de montoneros me volví en motoneta y en vez de antinomias, Carlos parecía una momia y en vez de senos… mejor no sigo…
Creo que en parte el panqueque colaboró para que Carlos tomase esta medida, pero Menem se vengó porque no saben lo que fue el viaje de vuelta… Si es verdad que el programa de Mirtha trae suerte no saben qué efecto tiene un “buena suerte” de Mendez. No saben… Por eso para empatar estos deseos opuestos estoy esperando la invitación de Mirtha a su programa porque sino no puedo continuar con el hechizo maligno de este patilludo…
Luis Gasulla